Link de la nota al blog de Tomás Abraham.
1. ¿Por qué cree que la espiritualidad se volvió un fenómeno tan masivo en los últimos años?
La new age no es reciente, tiene décadas. El término espiritualidad
no me parece el adecuado. El filósofo Michel Foucault ha empleado la
noción de espiritualidad en sus últimos textos cuando estudia lo que
llamaba las “las tecnologías del yo” en la Antigüedad. Es decir los
ejercicios espirituales que los filósofos recomendaban para los procesos
de conversión personal con el doble fin de comprender el orden del
cosmos y de no estar sujeto al azar de la existencia. Pero la
espiritualidad no remite necesariamente a una conversión religiosa sino a
un trabajo ético.
No se es más o menos “espiritual” por respirar, juntar las manos,
orar en grupo, o tener “onda cool”. No se lo es por ser más positivo, no
comer carne, ser pacifista, o pregonar el amor. Si existe algo así como
la llamada espiritualidad, se trata de un devenir inconcluso en el que
la experiencia nos permite, a veces, comprender un poco mejor nuestra
propia vida, tomar distancia respecto de nuestros arrebatos pasionales,
escuchar lo que otros dicen, reconstruir los episodios de nuestra novela
familiar y aceptar un poco más la soledad.
2. ¿Qué rasgos de la personalidad de un líder espiritual atraen más? ¿Y en el caso específico de Ravi Shankar?
La India milenaria tiene tanto gurúes como los argentinos tenemos
jugadores de futbol. Hay uno por barrio. Y, claro, no son todos iguales,
ni todos se proponen su viaje a Occidente. Fui discípulo del Guru
Maharaji de joven cuando me dieron en el Japón un diagnóstico de una
enfermedad terminal. Fue un acto de salvación. Practiqué la disciplina
un tiempo. Salir a la calle relajado luego de practicar algunos de los
ejercicios espirituales en tiempos de la Argentina de los setenta, era
como entregarse a las fauces del león. El mundo avasallaba, por un lado,
la violencia estaba en la calle, y decidí dejar de respirar incienso y
practicar karate, lo que tampoco me sirvió de mucho para estar a la
altura de los tiempos. Hoy en día, medito de un modo sencillo según la
disciplina de Maharishi, otro gurú ya fallecido, discípulo de Gurú Dev,
la técnica llamada Meditación Trascendental que practico dos veces al
día, y me gusta porque el profesor que me la enseñó es marginal respecto
de toda institución, no me pide creer en nada, no me tengo que vestir
de brahmán, no tengo que escuchar cuentos infantiles, no me obliga a
tomarme de las manos en ronda con doña Rosa y Don Ramón, ni ser
optimista ni aceptar la tutela de un ángel guardián. Me ayuda a soportar
mi ansiedad y la fuga del tiempo.
La gente que da mensajes espirituales por lo general me deprime,
tienen una visión de la vida compensatoria, al no atreverse a ciertas
cosas, las sobrevuelan. Son superficiales.
3. ¿Qué buscan los políticos y famosos que se involucran tanto con
estos temas? Pensando en los casos de Macri y Tinelli, por ejemplo.
Son gestos de marketing del que dependen algunas personas que están
todo el tiempo en escena. Es parte de su imagen. Es lo antiespiritual
por excelencia. Quien cree que con ejercicios de meditación puede
sentirse mejor no lo divulga todo el tiempo ni se saca la foto con el
hindú de moda. Es una actividad personal.
4. ¿Con qué otro fenómeno se puede comparar lo que genera el Arte de Vivir con Ravi Shankar?
Con un concierto de rock, con la presentación de la mujer barbuda,
con ver a Messi en el Monumental, o con un viaje a las Pirámides. Deriva
de la necesidad de estar en presencia de algo sobrenatural, mágico. No
deja de ser un acto turístico. El haber designado a Buenos Aires capital
espiritual de América Latina, realizar actos con personas que escriben
libros de autoayuda, conferencistas incansables que nos traen recetas de
amor y paz, organizar el megashow del alma nacional en una gran ronda
de cariño inclusivo, es otro acto que decido llamar “menemoide”, un
resabio de los noventa, del lado frívolo de aquella época, la de la
Convertibilidad, que para muchos constituyó un período místico.
5. ¿Se puede considerar que El Arte de Vivir es un fenómeno pasajero o es una creencia que logró instalarse?
“Todo pasa” dice la inscripción en el anillo de un dirigente
reelegido durante décadas. En el mundo globalizado del capitalismo del
siglo XXI y de la sociedad del espectáculo, de la vida líquida en la que
todo se disuelve en el aire, nadie cree en nada. Quieren creer, que no
es lo mismo. No soportan el pensamiento, ese tábano que nos despierta y
nos recuerda que no podemos evitar preguntarnos por todo hasta el último
día. Es la gran enseñanza de la filosofía occidental.
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